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Ruta por las diez plazas >, y con encanto, de Sevilla

El diario local describe esta ruta así: "

Aquí les proponemos una ruta por diez de esos lugares. Una ruta para sentirse turista en su propia ciudad.

 

01 Santa Isabel 

 

El periplo podría comenzar cerca de la calle San Luis. Concretamente en la plaza de Santa Isabel, un espacio de señoriales dimensiones pero que se encuentra estratégicamente apartado del «dominio público» debido al entramado de estrechas calles del barrio de San Julián y el lugar que ocupan el templo de San Marcos y la capilla de los Siete Dolores de Nuestra Señora, con las dependencias anexas de la Hermandad de los Servitas.

 

Situarse en este punto le hará viajar mentalmente a la Andalucía más oriental, a la arquitectura de municipios de categoría como Úbeda y Baeza, o de la propia Jaén. Simplemente observe la imponente fachada del convento de Santa Isabel, ejecutada por el ubetense Alonso de Vandelvira en el siglo XV y con un altorrelieve, sobre la visitación de la Santa, labrado por Andrés de Ocampo.

 

El sonido del agua que emana de la gran fuente central, y que atrae a las palomas a beber de ella, hará el resto.

 

02 Santa Paula

 

No habrá que alejarse mucho para la siguiente parada. Tomando la calle Santa Paula hasta al final alcanzaremos un nuevo espacio religioso, en este caso el Monasterio del mismo nombre, del que llama la atención el doble arco conopial en la puerta de acceso al recinto, amén de la imagen de la Santa sosteniendo un crucifijo, en un retablo cerámico.

Otro atractivo más de este lugar es la posibilidad de contemplar la colección artística permanente del monasterio, que abre a diario, excepto los lunes, en horario de mañana.

Dejando la fachada a su espalda, verá como en la casa que se halla justo en frente luce un paño de azulejo de los que recuerdan la esencia de Sevilla como ciudad cervantina. Atendiendo al texto, conocerá que ese edificio fue refugio de varios personajes en la novela ejemplar «La española inglesa».

 

03 Jesús de la Redención

 

Avanzando por la calle Enladrillada en dirección a Ponce de León, y adentrándose por la calle Santiago, podrá llegar a la plaza de Jesús de la Rendención. Este lugar ofrece una curiosa paradoja: los más cofradieros lo tendrán presente por la gran cantidad de público que, cada Lunes Santo, se concentra en la salida y entrada de la Hermandad del Beso de Judas. El resto del año es una muy tranquila plaza con acento foráneo.

Lo es por estar encuadrada entre dos hoteles, uno de ellos un interesante palacio reformado del siglo XVIII, con una regia portada de piedra, escudo de armas de los Marqueses de Villapanés incluido.

De nuevo, el «visitante» creerá no encontrarse en Sevilla, tal vez por el efecto que ejerce el suelo empedrado, poco habitual en la zona hispalense.

 

04 Las Mercedarias

 

Una vez en las inmediaciones de San Esteban se puede tomar la angosta calle Vidrio, que nos servirá de acceso al barrio de la Judería y nos conducirá, directa, a la siguiente plaza, la de Las Mercedarias.

La lógica vida que supone un centro escolar de educación infantil, primaria y secundaria, da paso, al final de la jornada lectiva, a la más absoluta paz. Y a un merecido alto en el camino de esta ruta.

Sentarse en los sevillanos bancos de hierro forjado le permitirá reparar en la cruz «humilladero» del centro de la plaza, que recuerda que, en otro tiempo, el lugar fue cementerio religioso. No hay que olvidar que las Mercedarias Descalzas establecieron allí su convento en 1633, y que la actual plaza surge de un incendio en el que se pierde parte importante del recinto eclesial.

Le llamará igualmente la atención la alta fachada frente al colegio. Se trata de otro convento, el de las Salesas, sitas allí desde finales del siglo XIX. Es una construcción de estilo ecléctico contemporáneo, terminada por Juan Talavera, el arquitecto encargado de la reforma del barrio de Santa Cruz.

La zona ofrece otros puntos de interés, como son el Palacio de Miguel de Mañara o las fachadas en vivos colores que rodean a la iglesia de San Bartolomé.

 

05 Las Cruces

 

El Barrio de Santa Cruz aglutina tres espacios que son absolutamente indispensables: la plaza de Doña Elvira, la de los Venerables Sacerdotes y el que da nombre al área, con la Santa Cruz de forja y una frondosa vegetación circundante.

Sin embargo, si se sale de ese circuito «estándar» podrá alcanzar una «plaza» de discreta y sureña belleza, con tres cruces de forja sobre columnas de mármol. No son los únicos crucifijos de esta calle.

Si se fija bien, en la fachada de una casa que hace esquina con la calle Ximénez de Enciso, encontrará incrustadas dos cruces de madera. Se desconoce el momento en que se colocaron ahí, siempre en torno al siglo XV, pero desde entonces han sido una seña de identidad del barrio.

De hecho, en 1868 se dictó una prohibición consistorial de lucir en fachadas este tipo de emblemas. Las cruces se retiraron y se depositaron en el Hospital de los Venerables. A mediados de los cincuenta, los herederos de la casa recuperaron el par de crucifijos, como explicaron Ángel y Jaime Sáinz de Rozas en un artículo de ABC de Sevilla.

 

06 Escuela de Cristo

 

Si hay una plaza oculta en Sevilla, es la de la Escuela de Cristo, un lugar que, pese a las indicaciones, le parecerá no llegar a encontrar nunca.

Salga de nuevo a Ximénez de Enciso, y continúe por ella en dirección a la calle Mesón del Moro. Antes de llegar encontrará una pequeña callejuela «sin salida», llamada de Carlos Alonso Chaparro. La tiene.

Avance hasta el final. A la izquierda se abrirá este bello y religioso rincón, que conecta dos templos, el de Santa Cruz con el del propio Oratorio de la Escuela de Cristo, una institución que promueve las obras de misericordia como forma de perfeccionar el espíritu, erigido en 1793.

El recoleto espacio tiene una cruz sobre columna, una fuente de dos caños, azulejos commemorativos (entre ellos, uno del Cristo de las Misericordias y otro de la Adoración de los pastores) y hasta una pequeña imagen de San Cayetano.

 

07 Santa Marta

 

Para encontrar esta barreduela sólo hace falta una pizca de curiosidad. En la plaza de la Virgen de los Reyes, tras el monumento a San Juan Pablo II, se abre una laberíntica calle. Su sinuosa disposición, junto con el arco bajo que hay que superar, aumentan la expectación sobre lo que uno finalmente se encuentra: un remanso de paz.

Hablamos de una plazuela a la que el sol llega completamente tamizado por los cuajados naranjos que tienen allí presencia. Un pequeño espacio con una cruz, de Hernán Ruiz «El joven» y Diego Alcaraz, en el centro. Un lugar para privilegiados, pues son sólo dos casas particulares las que tienen acceso en él, además del convento de la Encarnación, a cuya espalda se encuentra la plaza. Como curiosidad, el crucifijo se encontraba en el Hospital de San Lázaro, desde su creación en 1564 hasta que fuese colocado en el centro de Sevilla, a principios del siglo XX.

Para completar la romántica estampa, el drama cuenta que Don Juan Tenorio raptó allí a su amada Doña Inés. Tómese su tiempo para admirar los detalles, como el vistoso tejaroz de una de las fincas, o los azulejos que atestiguan la muerte de Mateo Vázquez de Leca y José Torres Padilla en tal lugar.

¿Recuerda el arco de acceso? Cuando vaya a salir mire hacia arriba, verá una bella estampa con el Giraldillo como protagonista.

 

08 Habana

 

No existe el bullicio entre sus muros, aunque se encuentra en pleno centro histórico de Sevilla, con el Archivo de Indias, la Puerta de Jerez y el Arenal circundándola.

No es en sí una plaza, si no el espacio que delimita una ancha calle Habana, antaño Patio de Mercaderes de la Real Casa de la Moneda. Y otras calles menores, igualmente vistosas.

No es en sí un monumento, puesto que a principios del siglo XX se convirtió en núcleo residencial, pero el glorioso pasado al que responde hacen al conjunto meritorio de su título de Bien de Interés Cultural.

Este enclave transporta al «turista» a la Sevilla de Indias, al pujante siglo XVI, aunque el terreno ya había sido recinto amurallado en el siglo XIII. Deléitese pues, con sus arquerías, con su solería empedrada, al más puro estilo castellano, con un lugar donde el tiempo parece detenerse.

La «plaza» se encuentra ahora más oculta porque el arco de entrada principal, una portentosa obra de Van der Brocht en el siglo XVIII se encuentra completamente tapiado por unas obras que, al igual que ocurre con la sensación de tiempo en el recinto, parecen ir a otro ritmo.

 

09 El Cabildo

 

Desde la calle Joaquín Hazañas y, a través de Santo Tomás, llegará al archiconocido Arco del Postigo. Lo que ya no es tan de «Vox Pópuli» es la interesante plaza semicircular que se encuentra a sus espaldas, a la que se puede acceder a través de la cancela de hierro que, durante el día, se encuentra completamente abierta.

Hablamos de la Plaza del Cabildo, un espacio que conecta además con la calle Arfe y la Avenida de la Constitución, y que hoy es sede fundamental de la filatelia y numismática en Sevilla, desde que en los años 80 se trasladase desde la citada Plaza de Santa Marta un mercadillo filatélico dominical.

En ella destacan varios elementos. Por un lado, la estructura porticada sobre columnas de mármol, así como los llamativos frescos que la decoran, tanto en la planta baja como el remate de la tercera. Por otro, el paño de muralla almohade que se conserva, con una fuente circular a sus pies en el centro. Por último su nombre, que corresponde al Cabildo Catedral, propietario del Colegio de San Miguel que allí se alzaba.

 

10 Teresa Enríquez

 

De Arfe a Castelar, pasando por otra agradable, aunque menos «oculta», plaza de Molviedro, la ruta enfila su último tramo. Habrá que buscar la zona del Museo de Bellas Artes, más concretamente la calle San Vicente para encontrar la última plaza de esta lista.

Se trata de la de Teresa Enríquez, que se abre a mano derecha en cuanto se alcanza el templo de San Vicente, y que reúne todos los elementos de una plaza a la sevillana: los naranjos en dos hileras, espigados, coloridos;  el crucero coronando el centro; las fachadas de unas casas de un par de plantas, no más, en tonos terracota, albero o blanco; y una interesante historia como trasfondo, la de su propia biografía.

Teresa Enríquez de Alvarado fue una aristócrata de los siglos XV y XVI que renunció a la vida de la Corte en pos de recuperar los Sagrarios y devolver el esplendor perdido a la Eucaristía«La loca del Sacramento», como se la conoció, fue quien impulsó la creación de las hermandades Sacramentales. En Sevilla, para no ir más lejos, la parroquia de San Vicente alberga una de ellas y, en la fachada que da a la plaza, luce un azulejo en el que todas las corporaciones de este tipo agradecen a la noble su incansable objetivo."

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